martes, 15 de enero de 2013

1. Excesos.

El tiempo ya no quería pasar en Bourdon.

El reloj de la plaza central del pueblo daba la medianoche mientras una joven, bajita y morena fijaba toda su atención en la pantalla de su móvil. Sophie seguía tirada en el portal de su edificio, alumbrada tenuemente por la luz de algún coche que pasaba en la lejanía o alguna parpadeante farola, esperando a que viniese Marc. Éste, sin embargo, parecía haberse olvidado de ella. Tic, tac. Suspiró un poco y marcó un móvil en su teléfono mientras le daba un trago a la botella que llevaba al lado.
- ¿Otra vez?- susurró en un intento de exteriorizarlo todo.

-

No sabía ni qué hora era.

Un joven alto y delgado forzaba sus claros ojos en vano intento de encontrar su móvil por los bolsillos de sus desgastados vaqueros en la oscuridad del Parque Norte.
- Mierda, ¿lo he perdido otra vez?- se reprobó en alto.
Ya con angustia, se giró y preguntó en un grito si alguien lo había visto, pero nadie lo recordaba. De pronto, sintió algo sonar en su chaqueta. Al principio no estaba muy seguro y el mareo le impedía procesar la información adecuadamente, pero justo antes de que dejase de sonar el alegre tono, dio un brinco."Ah, claro, lo había guardado ahí", pensó. "Joder...". El reloj marcaba ya las doce y cuarto y ni si quiera la había llamado. Sabía que le había prometido estar ahí a en punto. No respondió a la llamada pero empezó a correr hacia el otro lado del pueblo.

Era demasiado tarde para arrepentirse de los vicios, pero los grados de aquella copa aún le ardían en el pecho y emborronaban en exceso las sombras que le rodeaban. "Ay, los excesos...".
A pesar de no tener muy claro si la dirección que seguía era la correcta, no paró. Se movía por instinto. No podía. Tenía que verla. Tenía que...

 -

 "Dios, qué frío. Y verás la excusa. Será la peor en mucho tiempo. Siempre igual. Si al menos mirase el móvil...". La velocidad de sus propios pensamientos acabaron por aturdirla y una lágrima se precipitó por el pálido rostro de Sophie. Al menos, reaccionó. "No, no, no. No exageres Sophie... maldito alcohol". Y media pasadas. No podía creerlo. La cifra que marcaba la iluminada pantalla se acercaba demasiado a menos veinte. "Lo has vuelto a hacer, ¿eh?".
De todas formas, la joven tampoco se sorprendió pero todo lo que le recorría las venas comenzó a transformarse en odio. No odio hacia el joven, no. Odio hacia sus propios sentimientos. 
Incómoda por la poca movilidad que el gélido aire había dejado en sus manos, encendió un cigarro y se fue. "¿Qué mejor para apagar un fuego que encender otro?".


Empezaban ya dolerle las piernas cuando pudo reconocer el columpio donde acarició su pálida tez por primera vez, así que aligeró el paso. Ya estaba tan cerca. Bourdon tampoco era tan grande. 
Esquivó de forma sorprendentemente ágil alguna que otra farola y el perfil de los transeúntes a veces le rozaba la chaqueta. Apenas distinguía sus caras, sombreadas o iluminadas, dependiendo de la luz, aunque posiblemente fueran todos conocidos. Al fin y al cabo, Bourdon tampoco era tan grande.

-

Sería el frío, la niebla, la noche o quién sabe si todo a la vez, pero creyó reconocer su figura a lo lejos. Alguien se dirigía con torpeza hacia su portal, tambaleándose y maldiciendo en voz lo suficientemente alta para que se oyese desde donde Sophie fumaba. Al no encontrar lo que buscaba, el joven se había quedado apoyado en la pared con la cabeza baja, como quien quiere comerse el suelo o que éste se le coma a él. Sophie no pudo reprimir una suave sonrisa. Ya podía tener una buena excusa...

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Tropezó con un par de piedras y bordillos antes de llegar a la calle de la casa de Sophie. Marc dirigió toda su atención aquél portal que tan bien conocía. Una vez perdida la esperanza de que la joven le siguiese esperando, se le revolvió súbitamente el estómago. El pánico, el alcohol y el frío complementaban perfectamente en su cabeza y sintió una arcada por alguna de las tres.
De repente, volvió a la realidad. "Mierda". No había nadie en el portal así que posiblemente estaría enfadada. Dirigió todo su esfuerzo a tratar de reconocer las posiciones de las manillas del reloj de la Plaza Central, que marcaba casi la una de la mañana. "Demasiado tarde, ¿eh?...". Bajó la cabeza y se quedó así unos minutos hasta que las piernas le empezaron a fallar y decidió sentarse en un peldaño de la entrada al portal. Sería la noche cerrada, la botella que se había metido hace menos de media hora o las ganas de verla, pero creyó vislumbrar una tenue silueta sombreada que se parecía muchísimo a Sophie... hasta que dejó de ser una sombra a la luz de la farola.
Esbozó una sonrisa con las fuerzas que le quedaban, pero ya podía empezar a pensar una buena excusa para llegar una hora tarde.

2 comentarios:

  1. ¿Hola? Que acabo de ver el enlace en twitter y entré a echarle un ojo. La verdad es que está genial, es muy realista y las descripciones son muy buenas, se nota que cada personaje tiene lo suyo y piensa a su manera.
    Tiene pinta de estar muy interesante, yo desde luego voy a seguir leyendo mientras haya más.

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  2. Te he encontrado de pura casualidad, la verdad es que por lo que he leído hasta ahora me encanta, estoy totalmente de acuerdo con el anterior comentario.
    Te sigo y felicidades :)

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