domingo, 3 de febrero de 2013

3. ¿Oliver?


Aquellos días. El tiempo parecía pasar temeroso por Bourdon aquellos días... El sol no brillaba. Nadie quería ocuparse de encender las estrellas. Sólo la niebla, apoderada del pueblo, se sentía conforme con el macabro ambiente que se inhalaba.
Los sentimientos se habían resguardado del frío en el rincón que Pandora liberó al dejarlos huir. Se habían convertido en autómatas de mirada firme y sonrisa opaca. No había carcajadas ni lágrimas que penetrasen en el eco que el infernal susurro monótono de las voces de los habitantes mantenía. Como un constante lunes: todos existían sin ganas.
Los poetas escondían sus versos, decantándose por abandonar el boli que no tenía fuerzas ya para decir nada. La ilusión se había evaporado con el humo de los cigarros de los trabajadores, que, completamente agobiados, salían a fumarse un cáncer de pulmón.
Nadie se daba cuenta de que la magia estaba desapareciendo. Nadie volteó su mirada hacia la torre para verla escaparse de aquel tormento alejándose de la sequedad y la realidad del pueblo.
Nadie, excepto Sophie. 

-

Atosigada por el angustioso paso de las horas allí, pensó en Marc. Necesitaba verle, tenerle. Estar con él.
Bueno, no. En realidad no. Simplemente requería sentirse protegida de su propia desesperación. Quería abrazarle, saborear la comprensión en sus labios. Si ellos respirasen en su cuello, quizá conseguiría no temer a la velocidad de sus propios latidos.
Con ese deseo en la cabeza vagó por las calles. Sin rumbo, sin porqué. Estaba débil. Tal vez quiso inconscientemente que el huracanado viento acabara con ella y la llevara. Lejos. Donde los rostros resultasen absolutamente desconocidos y las miradas no susurrasen futuras pesadillas. Allá donde nadie quisiera conocerla, ofreciéndola por fin la oportunidad de hacerlo ella misma. Buscó su mechero y se encendió un cigarro con los ojitos empañados.
-¡Ey, Soph!- escuchó al otro lado de la acera.
Pasó de largo, no estaba para nadie. Y menos para. Habría reconocido aquella voz en cualquier sitio.
La voz insistió.
-Tía, que sé que me has visto. Saluda al menos, ¿no?

-
Se habían perdonado.
Sí, pero no.
Se sentía completamente culpable. Necesitaba volver a decirla que lo sentía, si es que eso servía de algo. Le estaba dando demasiadas vueltas.
Algo malo estaba pasando, aunque no fuese capaz de discenir el qué. Estaban distantes. Quizá Sophie no era la única que se sentía impotente al dejar escapar, cómo si fuese agua, la magia.
Marc también tenía un mal presentimiento. A alguien le iban a romper el corazón. Su cabeza no podía parar de dar vueltas.
Se sacó el termómetro.
40 grados.

-

Llevaba demasiado tiempo sin ver a Oliver. Se sentía culpable de no saludarle después de todo y se acercó.
No había cambiado en absoluto. Al menos no tanto como parecía haber cambiado ella.
Moreno y ojos café, el típico chico cálido y agradable. Le gustaba que la gente se sintiese cómoda con él.
Pero con aquella rubia...
Entre ellos la historia había sido siempre complicada.
-Ay, lo siento, Oliver, iba a lo mío y ni te había visto.
Mentía. 
Agachaba la cabeza en un intento de que el joven no la viese los ojos.
-No te excuses, no importa. ¿Todo bien Soph? No tienes buena cara...
-¡Que no me llames Soph! -rompió- y quita, estoy bien.-añadió apartándole rápido la mano que intentaba retirarla el pelo.
El joven quedó enmudecido por el brusco movimiento de la chica que le quitaba el sueño.
-Y-y-yo... P-perdón.

De repente... "Mierda"- pensó la chica.
Salió corriendo dejando al chico con la palabra en la boca.
La comida familiar.

-

Oliver quedó pasmado de su reacción, pero más le jodió no saber interpretarla. No podía ser tan profundo el abismo que se había abierto entre ellos. Antes se conocían, confiaban. Antes...
Tampoco pedía tanto, sólo una explicación. Puede que un adiós.
"¿Por qué será tan ella?", se dijo. Las chicas como Sophie nunca dan explicaciones.

-

No podía parar de correr. No podía. Las cosas en casa no estaban como para traicionar el único favor que su madre le había pedido en toda la semana. 13:49. Prometió estar en casa de su abuela a las dos.
“De puta madre”, pensó para sí.
Sus pensamientos se aceleraron vertiginosamente, como si todos sus recuerdos se peleasen por un hueco en su mente. "¿Por qué?". Joder.

1 comentario:

  1. Tu blog es amor y droga, pasate si puedeshttp://corazonescoleccionables.blogspot.com.es

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